Si echamos una mirada al conmocionado mundo de hoy y acercamos la lupa a determinados aspectos, observaremos como en Cuba se vive entre persistentes apagones de varios días. Lo mismo en Haití, donde los apagones se han sumado a la crisis económica y a la violencia social de ese Estado, que se desliza por una pendiente de degradación general. Incluso en España, que aunque no se trata de un país en vías de desarrollo, vimos como un apagón general de alrededor de veinticuatro horas, trastornó completamente la vida de todo el territorio peninsular, con pérdidas económicas de 1.600 millones de euros, equivalentes al 0,1 % del producto interior bruto (PIB), según cálculos de la principal confederación empresarial del país, la CEOE.
Cuál es la moraleja? Sencillamente que el tema de la energía, en todas sus vertientes, debe ser un tema esencial, prioritario e impostergable, si se trabaja de manera planificada y responsable en el desarrollo de cada país.
Los apagones dominicanos, que se habían corregido o por lo menos, llevados a su mínima expresión, tras el ingreso de la central termoeléctrica de Punta Catalina al sistema eléctrico nacional, están de regreso como un fantasma que nos acecha y asusta periódicamente. Los proyectos que buscan estabilizar la situación marchan lentos, y la inversión en el sistema se ha ralentizado. Y tal y como advierte el economista Magín Díaz, el camino correcto es aumentar la inversión, para poder lograr “soluciones honorables”.
Nuestro sistema eléctrico tiene un cáncer terminal, que son las empresas distribuidoras de la electricidad, Edenorte, Edesur y Edeste, empresas estatales politizadas, burocráticas, ineficientes, que viven al borde del colapso, las cuales son las responsables del denominado “hoyo eléctrico¨, por donde se han perdido miles de millones de pesos, tirados por la borda sin retorno, en un país tan necesitado de recursos para apoyar sus transformaciones sociales. En los últimos cuatro años, el gobierno les ha transferido la friolera de 5,840 millones de dólares, para nada.
Pero el problema que ocasionan las EDES, no sólo es al maltrecho presupuesto del Estado, sino también a las empresas que les proporcionan los insumos que necesitan para operar, a las cuales se les adeudan pagos desde hace siete meses, provocando con ello un gran desconcierto en ese sector empresarial.
La Asociación Dominicana de Empresas Suplidoras de Materiales Eléctricos, ha publicado un comunicado donde advierten al gobierno, que ese incumplimiento ya les está afectando en su estabilidad financiera, comprometiendo además la continuidad operativa, la conservación de empleos y el suministro oportuno de materiales esenciales para el propio sistema eléctrico nacional.
Buscar una solución definitiva a este gran obstáculo al desarrollo eléctrico del país, que suponga la disolución de las EDES, no está en agenda, por consiguiente el futuro de la estabilidad eléctrica sigue aún muy lejos de soluciones inmediatas o a mediano plazo, lo que es sin dudas una mala noticias para el crecimiento y el desarrollo dominicano.
Hay promesas demagógicas, “curitas” y vendajes al maltrecho sistema eléctrico, pero ningún tratamiento de fondo para corregir el mal.