La reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin en Anchorage, Alaska, generó grandes expectativas a nivel global, y aunque en la misma no se alcanzaron acuerdos concretos, quedó abierta la posibilidad de un alto al fuego permanente y la apertura para una negociación más amplia que ponga fin a la guerra.
Estudiosos de los efectos de la reunión en el ámbito financiero, entienden que como no se lograron compromisos concretos, la incertudumbre en los mercados podría prolongarse, sobre todo en los mercados energéticos ya que cualquier posibilidad de escalada en sanciones o en tensiones militares puede reflejarse de inmediato en el precio del petróleo y del gas.
Luego de este encuentro histórico las bolsas norteamericanas reaccionaron de forma moderada, pero la volatilidad se mantiene latente y los inversores se resignan al hecho de que no habrá estabilidad en el corto plazo.
Ha quedado la impresión en la opinión pública internacional, de que la reunión resultó gananciosa para Vladimir Putin, ya que le ha proyectado como un actor con peso en la arena internacional. Sin embargo, el efecto económico es mínimo. Las sanciones siguen vigentes y el flujo de divisas del Kremlin depende de las ventas de petróleo barato en el continente asiático.
Para la mayoría de los analistas financieros, mientras no haya un cambio en la política de sanciones, el margen de maniobra es limitado. Incluso la posibilidad de sanciones secundarias por parte de Washington podría endurecer aún más el acceso ruso a los mercados financieros y encarecer el costo de sostener su esfuerzo militar.
Las bolsas y la reconstrucción de Ucrania
En algunos casos concretos donde se ha manifestado un movimiento al alza de las acciones industriales, tras la reunión Putin-Trump, son las relativas a las empresas constructoras que apuestan por participar en un poisible Plan Marshall para Ucrania.
Un caso es Ukraine Wig, un consorcio que incluye empresas que cotizan en la Bolsa de Varsovia, cuya empresa o sede se encuentra en Ucrania, o cuya actividad se desarrolla principalmente en este país, se revaloriza casi un 8% en la última semana, aunque todavía está por debajo de sus récords de marzo.
También UBS Ukraine Reconstruction Index, que incluye a empresas que se beneficiarían de un eventual Plan Marshall para reconstruir el país, entre las que colocan, entre otras, a Santander Polska (filial polaca del banco español), al banco austriaco Raiffeisen Bank, la suiza Ferrexpo, tercer mayor exportador de mineral de hierro, o el fabricante de ladrillos y tuberías austriaco Wienerberger.
Un estudio del Banco Mundial cifra en 450.000 millones de euros en los próximos diez años la factura de reparar los daños. Y Deutsche Bank sitúa especialmente bien colocadas para sacar réditos de los trabajos a las empresas polacas, tanto por su cercanía geográfica como por contar en sus plantillas con mucho personal ucranio que huyó de la guerra.
Hay otras ganadoras. La cotización en Hong Kong de la empresa rusa United Company Rusal, uno de los mayores fabricantes de aluminio del mundo, se ha disparado un 17% en cinco días. Y el banco húngaro OTP, que todavía opera en Rusia, ha visto subir sus títulos un 8% en ese periodo.
No es la primera vez que el mercado empieza a moverse al son de un acuerdo de paz en Ucrania. Ya ocurrió en marzo, aunque entonces el contacto entre Trump y Putin se limitó a una llamada. En ella, el dirigente ruso se comprometió a no atacar infraestructuras energéticas ucranias durante 30 días, pero tanto Rusia como Ucrania se acusaron mutuamente de romper la tregua en varias ocasiones.
El riesgo de un nuevo fracaso que haga recular a los activos que se están beneficiando con el anuncio de las negociaciones es alto, como lo sería el beneficio para quienes ya han tomado posiciones en el mercado en caso de que los avances sean finalmente relevantes.