En el amplio debate en torno al tema del déficit fiscal, una situación financiera que perturba el desarrollo de muchos pueblos, principalmente en América Latina, está muy claro que el mismo se produce, principalmente, por el exceso de gasto y la falta de un equilibro entre ingresos y egresos.
Los déficits fiscales ha llevado a varios países a un callejón sin salida, porque la solución que los gobiernos han adoptado, es endeudarse para equilibrar el presupuesto y garantizar cumplir el pago de los intereses de la deuda, cuyos montos, en casi todos los casos, superan los que cada país destina a sectores vitales, como educación y salud, entre otros.
La situación se ha tornado cada vez más grave, porque han caído en el círculo vicioso de endeudarse para equilibrar el presupuesto y volver a endeudarse para pagar la deuda. Es una versión moderna de “el cuento de nunca acabar”.
La fórmula más socorrida por los gobernantes para equilibrar los gastos excesivos de sus gobiernos, ha sido recurrir a una reforma fiscal para captar más recursos, vía los impuestos, fórmula que por lo general va acompañada de un programa de reducción de gastos, ahorros y fusiones de dependencias públicas, medida que tiene un efecto secundario, ya que provoca desempleo, erosión de la calidad de la vida, aumento de los núcleos de pobreza y un desencanto generalizado. Eso es lo que pudiera producirse en República Dominicana, ya que el anuncio de una reforma fiscal trae un paquete de “todo incluido”.
Como ya se han probado todas las fórmulas, el presidente Nayib Bukele, de El Salvador, ha sacado de la chistera una idea para que el presupuesto salvadoreño del 2025, se financie con recursos propios, sin recurrir al endeudamiento externo, comprometiéndose con el FMI a pagar los compromisos de la deuda, lo que le garantizaría un plan de consolidación fiscal por US$1,300 MM. La deuda de El Salvador ha ido en aumento y el pago de los intereses son superiores a lo que el gobierno presupuesta para salud y educación.
Todavía es muy temprano para ver los efectos de esta medida, que luce original, valiente y hasta revolucionaria, aunque no deja de tener un tinte de populismo. Bukele tiene un serio problema de endeudamiento, inflación y pobreza que ha jurado combatir, pero su plan de ahorro contempla reducir la empleomanía estatal en 11,000 plazas, tocándole, sólo al sector salud, una reducción de 3,727 plazas, entre médicos, enfermeras y técnicos sanitarios. Las medidas pueden ser correctas, pero no justas. Pueden ser inevitables, pero no prudentes, ya que pudieran tener serios efectos secundarios de descontento social.
Javier Milei, en Argentina, es otro caso donde se dan los elementos que hemos citado. Medidas heroicas para enfrentar el desequilibrio fiscal y la deuda, pero el efecto secundario de las mismas le esta erosionando rápidamente su popularidad, hay 2 millones de nuevos pobres y la clase media se reduce y pierde su función de ente de equilibro social.
Toda esta situación no sabemos a dónde irá a parar. Lo que si sabemos es que ya es tiempo de que nuestros líderes y gobernantes comprendan que el arte de gobernar no excluye una buena gerencia, ni la aplicación de una serie de virtudes, como la prudencia en el gasto, el equilibrio entre ingresos y egresos, un orden de prioridades en la inversión, así como la transparencia en los asuntos de Estado y la honradez personal.
Hasta que no logremos que nuestros gobiernos se manejencon un sano equilibro entre lo que producimos y lo que gastamos, la inestabilidad financiera tendrá aposento seguro en la gran casa común que habitamos.. nuestras Repúblicas, merecedoras de otra forma de ser conducidas y consideradas.
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